La noche hablaba despacio,
debajo de tus pestañas,
para desnudar el silencio
quisiste en pocas palabras.
Supe tu boca en la brasa
alucinada de un cigarro
la luz de tus manos subía
por las nervaduras del aire.
Nada más que tu voz
sahumando la oscuridad
y el roce de labios mudos
que tendían las palabras.
Esa caricia que pasó
por la piel en resolana
preguntando qué esperábamos
para cruzar las espaldas.
Porque bebimos el vino
desde el final de la copa,
me acuerdo de cada pétalo
que te cayó del vestido,
tu sonrisa soñolienta
que echaba cenizas en mi alma,
y dos sombras entornadas
por donde entraron
los besos.